Así como llegó se fue, de una manera mágica y misteriosa.
Se lo compré a unos indígenas bolivianos en algún mercado de Caracas, hoy los venden por todas las calles.
Necesitaba un accesorio especial para un momento de cierre, también súper especial, que en realidad marcó el inicio de otro proceso de vida.
Cuando lo usé por vez primera se convirtió en imán de atracción y fue utilizado para narrar la historia de la tela a través de diversas culturas.
A partir de ahí formó parte de una especie de cuento de hadas, más bien de novela caballeresca.
Me bajé corriendo del autobús ante la discusión del chofer con el de otro vehículo y cuando llegué a mi trabajo ya había desaparecido.
Si alguien ve volando una tela verde olivo por los cielos de Venezuela, estoy segura que ese es mi chal mágico.
Foto: Elvis Guevara
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